Llegué a un punto en el que sentía odiarte, pedía estar lo más lejos de ti hasta que se dio la oportunidad de que te fueras, paso mucho tiempo con rencores que no permitían ni verte eras insoportable para mi pupila, y mi estomago se hacia un nudo, mi garganta se cerraba y parecía que mis ojos se exprimían cuando tenía que hablarte, era puro rencor, dolor y enojo.
Más tarde pude perdonarte, la edad me dio la sabiduría para aceptar, para aceptarte que todo lo que hacías no era por querer ofender; "esta bien, te entiendo". Te perdoné y ahora no siento rencores hacia a ti, los recuerdos vienen hacia mi como las cosas más bellas que me pudiste haber dejado, tus palabras, tus jestos y tus chistes. Algunos dicen que me siento obsesionada contigo pero yo creo que es más que pura simpatía. Aunque hay veces en las que quisiera poder pasar mas tiempo contigo.
Y la cuestión es que, el tiempo avanza y cada día reconozco algo nuevo de mí, las experiencias de mi vida me han hecho darme cuenta de algo que no conocía. Creo que tu y yo somos muy similares, es como cuando dicen que nos convertimos en aquello que odiamos. No es que te siga odiando, pero no puedo creer que aquello que en algún tiempo odié, ahora soy igual, más bien; en mí he reconocido actitudes que es posible me lleven a TOMAR EL MISMO CAMINO QUE TU RECORRES.
Somos dos individuos, buscando el camino de la sabiduría, el camino del descubrimiento propio, buscando ser hijo, buscando ser esposo, padre, abuelo, jefe, subordinado, amigo, borracho, buscando ser cualquier cosa que la vida común nos ofrece, pero al final no encontraremos la satisfacción ahí, porque no existe ningún rol ni etiqueta social que nos pueda ofrecer la satisfacción que como individuo, encontremos en el camino espiritual. Aunque nos pueda llevar a ser lo que ahora eres... un ermitaño que solo encuentra satisfacción en su crecimiento personal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario